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jueves, 12 de mayo de 2011

SER LLANERO

Soy llanero. Si, lo soy, pero claro no un llanero de a caballo, como se les denomina  a quienes viven y luchan con las faenas propias del llano. Pero los he visitado, compartido con ellos y he sido observador  atento y acucioso de sus vivencias y avatares desde que era niño.
Basado en esto creo que se pueden identificar tres tipos de llaneros.  El llanero campesino, el llanero de pueblo y el llanero de la ciudad. Me explico:
El llanero campesino es el que habita los campos dedicándose a la cría de ganado y a las labores del conuco ayudado por su esposa e hijos, quienes rara vez reciben educación formal. Rudo, trabajador, valiente, alegre, hospitalario y sencillo son las palabras que mejor describen a estos hombres y mujeres que  luchan como ayer por mantenerse produciendo en una región donde los inclementes inviernos ahogan sus llanuras y los ardientes veranos rostizan  sus suelos.
El llanero del pueblo es el que habita los pequeños poblados cercanos a los campos. Su diario devenir comprende las actividades que sirven de apoyo al campesino tales como bodegas de alimentos, insumos agrícolas, servicios médicos, escuelas, etc. Aquí suelen vivir muchos de los propietarios de los fundos, familiares y amigos de los campesinos. Este llanero es el que conecta el campo con la ciudad, siendo uno de sus principales logros la organización de sus fiestas patronales  donde el visitante ha encontrado el lugar y las condiciones apropiadas para liberar las inhibiciones que le impone la ciudad. En compañía del llanero, el visitante bebe, come, canta y baila a plenitud en un ambiente que le brinda máxima hospitalidad, total seguridad y confianza lo que lo embriaga de una sensación de libertad absoluta,  bajo la protección de su amigo el llanero.
El llanero de la ciudad es aquel que dejo los campos o los pueblos y se fue a la ciudad en busca de mejores oportunidades económicas, de salud o de estudio para él y para sus hijos. Este llanero como el de los dos grupos anteriores confirma el sabio proverbio que reza: “El llanero es del tamaño del compromiso que se le presente”. Aquí podemos encontrar a un hombre que literalmente podemos decir nace salvaje y luego logra alcanzar el desarrollo cultual y humano igual que  cualquiera nacido en la ciudad. Éste constituye el grupo donde se han producido los mas diversos cambios desde el llanero que se va a la ciudad y en pocos días regresa hablando mas fino que el mismísimo  caraqueño y desconociendo las cosas del llano; el que absorbe las malas  costumbres de la ciudad y rápidamente se convierte en malandro, el que con todo esfuerza supera las diferencias educativas y se gradúa en la universidad; el que se destaca en su profesión u oficio, etc. Todos ellos sienten nostalgia por su llano, muchos de ellos regresan a él para quedarse o de visita excepto aquellos que se van y se olvidan del llano para siempre.
Ser Llanero no define un gentilicio o la raíz de nuestra procedencia geográfica, ser llanero es un sentimiento, una actitud, una forma de ser  que nos caracteriza  y que nos ata a la tierra misma pero que al mismo tiempo libera nuestro corazón que se hincha y vuela por la infinita llanura independientemente del  lugar donde nos encontremos. Si, soy llanero!.
José E. Pérez Mayorquín
Elorza 12.05.2011

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